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UN ÉXITO DE NETFLIX CON UN MENSAJE POTENTE PARA LOS PADRES Y LAS ESCUELAS
6 de abril de 2025
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Escribo como padre, psicoterapeuta y creador del Sistema de Monitoreo de la Convivencia (www.simoc.com.pe), una aplicación web líder en Perú para la evaluación de la integración social y la detección de maltrato en colegios.
Se comenta mucho sobre la serie Adolescencia porque transmite un mensaje potente para la sociedad violenta en la que vivimos. Refleja cómo los adolescentes enfrentan, desde temprana edad, un complejo mundo real y otro virtual y si los principales agentes de seguridad, contención y formación—la familia y la escuela—no cumplen su rol, las consecuencias son graves.
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En el caso de los padres, la serie impulsa una reflexión sobre la manera en que gestionamos nuestras relaciones con los hijos adolescentes. Ser proveedores, establecer límites y respetar sus espacios e intimidad no basta. Es necesario también estar presentes y cultivar una relación con la mayor confianza posible. Todo lo anterior les transmite la certeza de que siempre estaremos ahí para ellos. Tarde o temprano buscarán nuestro apoyo. Aunque seamos padres bien intencionados, si no examinamos críticamente nuestros patrones de relación con ellos y si desconocemos los desafíos que enfrentan, podemos contribuir a su inseguridad y desprotección frente a retos que los sobrepasan y que afrontarán como puedan.
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En la serie, la tragedia central surge de un “cóctel” peligroso: soledad, baja autoestima, exclusión, maltrato sostenido, rabia contenida, problemas de control de la ira y una tendencia antisocial en desarrollo. A ello no solo contribuyó la insuficiente conexión paterna, sino también la ineficacia de otro actor clave: la escuela. Se retrata una institución que no forma "equipo" con la familia, donde la falta de respeto y el maltrato están normalizados, donde la autoridad es débil y los alumnos más vulnerables quedan desprotegidos. A esto se añade el daño menos visible, pero no menos grave, de la exposición y maltrato por redes sociales. Si bien la situación de esta escuela puede parecer extrema, se puede llegar a ello si no se monitorea la calidad de las relaciones en los entornos presencial y virtual y si no se pone en el centro de la vida escolar la sana convivencia.
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En el Perú, la situación de los colegios, tanto públicos como privados, es compleja. Incluso en los últimos, educadores y psicólogos suelen verse sobrepasados por numerosas demandas. Se habla mucho de buena convivencia y muchas veces se tiene claro que los alumnos merecen el mejor esfuerzo y el uso de las mejores herramientas para favorecer la integración social y el buen trato, bases del bienestar y del aprendizaje. Sin embargo, en la práctica, los recursos y la atención se centran en la modernización de infraestructura, la integración de tecnología en el aprendizaje y los reconocimientos internacionales que exige el mercado. Esto es positivo, siempre y cuando no se descuide la evaluación eficiente y el trabajo constante de las habilidades socioemocionales como eje central de la vida escolar.
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Por mi parte, decidí crear SIMOC mientras trabajaba en un colegio. Dedicaba mucho tiempo a evaluaciones tediosas e insuficientes que podian automatizarse con tecnología. Tabular encuestas en papel o Google Forms era una tarea operativa que me alejaba de los alumnos. Además, me propuse el reto de conocer, dentro de cada grado a mi cargo, cómo se relacionaban entre sí los alumnos, quiénes estaban integrados o aislados, quiénes sufrían maltrato y qué opinaban unos de otros. Manejar datos cuantitativos y cualitativos parecía imposible sin una herramienta adecuada. Era frustrante, en un tema tan sensible, contar con los resultados con muchos días de retraso, lo que dificultaba una intervención oportuna.
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Cinco años después de haber creado SIMOC y de reunirme con muchos psicólogos y educadores, puedo decir que cada vez más colegios recurren a herramientas tecnológicas para realizar diagnósticos sociales y detectar indicadores de maltrato, tanto a nivel presencial como en redes. Esto les permite diseñar planes de prevención e intervención más precisos e involucrar a toda la comunidad educativa. Sin embargo, aún persiste una brecha grande, que se grafica en el hecho de que, habitualmente, al inicio del año escolar, todas las materias parten de evaluaciones diagnósticas que brindan información detallada de puntos fuertes y débiles. En cambio, en el ámbito de la convivencia, se siguen empleando con frecuencia métodos tradicionales insuficientes que no permiten un diagnóstico fino. Esto refleja todavía un sesgo educativo que prioriza lo cognitivo, dejando relegado el diagnóstico y desarrollo de habilidades socioemocionales, esenciales para una formación integral dentro de un clima de seguridad y respeto.​​​​​​​
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Setiembre 2024
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